Muchas veces se piensa que la imagen corporativa no es más que una mera
formalidad comercial, ya que una empresa bien podría existir sin ella, pero lo
cierto es que sin una imagen corporativa, cualquier prestación de servicios es
tan solo un negocio. La verdadera empresa surge cuando el público reconoce una
imagen corporativa, pues la imagen corporativa le da identidad, sentido y
proyección a la empresa. A partir de ese momento, en la mente de las personas
ya no se trata de una persona (gerente), o de un grupo de personas (junta
directiva o empleados), sino que se trata de un ente con vida propia, el cual
no pertenece a alguien en particular, sino que entra a formar parte del
patrimonio cultural de una comunidad, ciudad o país.
En ese sentido, cuando compramos algo de una marca reconocida (imagen
corporativa), esperamos cierto desempeño de ese producto y si no es así, no
culpamos a alguien en particular, sino que culpamos a la empresa. Es más,
muchas veces es la imagen corporativa la que se encarga de motivar a los
empleados a trabajar más arduamente, hasta que logran consolidar la marca, es
decir, se da un fenómeno de retroalimentación. Lo curioso es que cuando se
habla en estos términos, en el ámbito, empresarial, siempre se quiere creer que
es el trabajo de la gente el que consolida la imagen corporativa y no al
contrario, pero si se habla del posicionamiento de una marca, en ámbitos menos
formales, como el deporte o la música, todos parecen entender la importancia de
la imagen corporativa para que el negocio pueda despegar y se convierta en una
empresa.
El hecho es que mientras el público identifique un servicio, con la
persona en particular que le presta ese servicio, ese negocio no puede llegar a
convertirse en empresa, pues al estar vinculado el éxito del negocio con la
permanencia de determinada persona, ese negocio está limitado a la capacidad de
trabajo de esa persona en particular. La empresa existe a partir del momento en
el que ya no importa quien dirige el negocio, porque es tan arraigada la imagen
que se tiene del producto, que ni siquiera sus directivas serían capaces de
cambiar el producto. Coca-Cola es un
buen ejemplo de ello. Se entiende por lo tanto, la importancia de crear la
imagen corporativa, no solo a partir del presente, sino de la proyección que se
quiere dar al negocio.
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