A partir del renacimiento, siglos XV y XVI, que
marcaría el fin de la actividad feudal, surge una mentalidad comercial
(burguesa), basada en el impulso que cada hombre daba a la actividad comercial,
bien fuera como productor o como comerciante, motivado por su anhelo natural de
prosperidad material, pues significaba libertad del señor feudal. Este
sentimiento terminó convirtiéndose en la que hoy conocemos como mercantilismo,
hasta que se desató la revolución industrial a finales del siglo XVIII, lo cual
generó la necesidad de conceptos nuevos que permitieran a la sociedad ajustarse
a los nuevos métodos de producción, sin que se considerara inmoral enriquecerse,
a los que tradicionalmente no habían sido sino pobres mercaderes, mientras que
la mayoría seguía siendo pobre, pero ahora con la esperanza de poder llegar a
dejar de serlo, gracias al trabajo duro y honesto.
Fue así como surgieron dos corrientes filosóficas
para entender el fenómeno económico, el mercantilismo y el liberalismo. El
mercantilismo se fundamenta en la producción industrial, pues es apoyado por
hombres que quieren dejar de ser campesinos, pues consideran que el comercio es
la forma de libertad que la actividad agrícola no les había dado, mientras que
el liberalismo, con un enfoque más macro, considera su fundamento la
agricultura. Evidentemente, el mercantilismo fue un movimiento impulsado por
hombres prácticos preocupados por su bienestar personal, que deseaban
enriquecerse gracias al potencial que representaban las maquinas, sin
preocuparse demasiado por las implicaciones que ello tendría para la sociedad,
mientras que el liberalismo fue impulsado por hombres más bien teóricos, que
pensaban en el bienestar general de la sociedad, lo cual los llevó obviamente a
considerar que la agricultura era la base de la economía de cualquier sociedad
que tuviera algún grado de justicia.
Las ramificaciones de ese pensamiento liberal
llegan hasta nuestros días, en la forma de enormes subsidios agrícolas, que
pagan los estados a los agricultores en los países desarrollados.
Evidentemente, si una sociedad se dedica a fomentar solo la producción
industrial, llega un momento en el que se encuentra con un cuello de botella y
es el de la necesidad de alimentar, a precios razonables, a la población de
miles de obreros industriales que se necesitan en las fabricas, ya que si es
necesario importar el alimento, se crea una dependencia que termina por
incrementar los precios de los alimentos hasta el punto que resulta más
rentable cultivar que tener fabricas.
Ahora bien, el liberalismo se desarrolló guiado por
dos tendencias: la escuela fisiócrata y la escuela clásica. Los fisiócratas
descartaron la idea de que la riqueza se debía se debía al comercio y
consideraban que la riqueza se debía a la capacidad de crear productos, es
decir, de producir, de ahí el término que ellos acuñaron: producto neto. Francisco Quesnay y Roberto Turgot fueron los
intelectuales que ayudaron a consolidar la concepción fisiócrata. Quesnay
gracias a su libro Tableau économique,
y Turgot gracias a su aporte en la Enciclopedia, permitieron a los fisiócratas
abonar el terreno para la revolución francesa. Turgot aclaró que la propiedad
no era un concepto de carácter natural o divino, sino histórico, puso de
manifiesto lo ventajoso que era para la economía el dejar al hombre hacer, por
lo que fue aun más liberal que Quesnay. Turgot fue el más radical de los
fisiócratas y su aporte fue el que permitió a la fisiocracia evolucionar hacia
el liberalismo que se manejo en el siglo XIX. Ahora bien, la fisiocracia fue
una doctrina que fomentó la agricultura pero, el exceso de libertad que
fomentaba ayudo a los políticos a justificar el despotismo y la corrupción en
el gobierno, aunque esa no haya sido probablemente su intención.
La escuela clásica, por otra parte, tuvo en Cantillón,
Adam Smith y David Ricardo a sus más excelsos representantes. Cantillón
concebía el liberalismo como la necesidad de permitir que el orden natural de
las cosas actuara, dejar que las fuerzas del mercado buscaran su equilibrio,
haciendo paralelos entre el mundo físico y el económico. De hecho, el gran
impulso que la revolución industrial dio a la economía forzó la búsqueda de un
punto de equilibrio entre las dos grandes tendencias de la época, el
mercantilismo y la fisiocracia. Con la revolución industrial nace un
pragmatismo nunca antes visto, que llegó al extremo de considerar que lo que
importaba era el éxito, sin importar los medios: el fin justifica los medios.
Nace también con la revolución industrial la alianza nunca vista hasta
entonces, entre el industrial, el sabio y el filósofo economista, para lograr
convertir la economía en un sistema lógico que funcionara, no solo como
empresa, sino como nación.
Desde el punto de vista de la producción, los
clásicos afirman que producir es dar a una cosa valor, al aumentar su utilidad,
es decir, la producción es creación de utilidad. En este punto, Adam Smith,
considerado el padre de la economía, en su obra La Riqueza de las Naciones, establece la división técnica del
trabajo, asignándole a cada obrero una parte simple del proceso que en su
conjunto puede ser complejo, lo cual incrementa la producción al perfeccionar
cada una de las etapas del proceso, gracias a la repetición de una actividad
simple en sí misma.
Otro de los grandes pensadores de la escuela
clásica fue David Ricardo, quien aportó grandes ideas al desarrollo económico,
entre las cuales se destaca la implementación del método deductivo como el
método más acorde para la investigación económica. Todo lo cual redundo en el
establecimiento de los elementos básicos que conforman el proceso económico: tierra,
capital y trabajo, los cuales se convierten, gracias a esta escuela, en la
parte central de la economía moderna, constituyéndose en el aspecto humano de
esta ciencia.
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